•LA CREACIÓN DEL DIOS•
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•LA CREACIÓN DEL DIOS•
En el principio de los tiempos, el Dios se sintió solo. Creó los astros, la Tierra. La dotó de cielo y mar e innumerables criaturas se esparcieron por ella, llenándola de vida y color. Finalmente, como su obra maestra, creó al humano. Un ser frágil, pero inteligente, que pronto comenzó a domar plantas y animales; subsistiendo por encima de ellos. El Dios, complacido con su creación, le dotó de sentimientos, pensamientos y decisiones; convirtiéndolos en un mero experimento; un espectáculo en el que se regodeaba.
El humano comenzó a desarrollarse, a crecer. Construyó primero casas, luego templos y palacios, buscando cada vez más acercarse a su Padre. Sin embargo, las criaturas comenzaron a rebelarse contra su amo. Desearon su poder, su grandeza. Las luchas comenzaron, dando origen a las guerras.
Temiendo que su más preciado tesoro pudiera destruirse a sí mismo, el Dios creó otros seres, los ángeles. Mucho más cercanos a Dios que los humanos, los ángeles poseían un corazón puro y una mentalidad obediente, así serían incapaces de desviarse del camino, como lo habían hecho los humanos. Su labor era recolectar todas esas almas de los humanos muertos para llevarlas a su Señor, quien las purificaría y las haría renacer como seres más generosos y puros. Algunas almas, sin embargo; poseían una fuerza de voluntad tan poderosa que se convertían también en ángeles, colaborando con sus ahora hermanos a seguir purificando la humanidad.
Sin embargo, uno de estos ángeles comenzó a mirar con recelo los sentimientos y las emociones humanas. Al ser el más devoto a su Dios, el más cercano; podía ver con más claridad cómo los humanos amaban, sentían, odiaban… Y sobre todo, podían imitar en la Tierra el poder que el Dios ostentaba en el cielo. Lleno de ira, dicho ángel traicionó a su creador, abandonó el Cielo e hizo su propia fortaleza en el inframundo, así el podría tener poder sobre los humanos. Capturó almas para alimentarse, pero tal como sucedía con los ángeles, las almas con suficiente fuerza de voluntad volvían a la vida como seres nuevos… demonios. Complacido con estos nuevos siervos, comenzó una batalla campal contra sus antiguos hermanos, los ángeles; tratando de recuperar la mayor cantidad de almas humanas posibles y así superar el poder del Creador.
Esta guerra, invisible a los ojos de los simples mortales, se llevó a cabo simultáneamente con las guerras que aquejaban la Tierra. Ambicioso y lleno de orgullo, el humano desarrollo su inteligencia sólo en el campo marcial, olvidándose de usar su conocimiento para curar enfermedades o alimentar a sus hijos. La batalla era lo único importante y las armas aumentaron en tamaño y potencia. Y fue así que en apenas unos cuantos miles de años la última bomba explotó. Cuando el humo se hubo disipado y el estruendo dejó de rugir en la Tierra, todo estaba inmóvil. Al fin, la más bella creación del Dios se había destruido a sí misma, dejando el planeta habitado sólo por plantas, algunos animales y las almas de los humanos muertos en tanta destrucción. Al haber tantas almas libres, ángeles y demonios se dedicaron de lleno a una guerra de poder, para tratar de conseguir la mayor cantidad de espíritus para sus respectivos amos. Y es aquí, en este desolado panorama donde nuestra Historia tiene lugar.
El humano comenzó a desarrollarse, a crecer. Construyó primero casas, luego templos y palacios, buscando cada vez más acercarse a su Padre. Sin embargo, las criaturas comenzaron a rebelarse contra su amo. Desearon su poder, su grandeza. Las luchas comenzaron, dando origen a las guerras.
Temiendo que su más preciado tesoro pudiera destruirse a sí mismo, el Dios creó otros seres, los ángeles. Mucho más cercanos a Dios que los humanos, los ángeles poseían un corazón puro y una mentalidad obediente, así serían incapaces de desviarse del camino, como lo habían hecho los humanos. Su labor era recolectar todas esas almas de los humanos muertos para llevarlas a su Señor, quien las purificaría y las haría renacer como seres más generosos y puros. Algunas almas, sin embargo; poseían una fuerza de voluntad tan poderosa que se convertían también en ángeles, colaborando con sus ahora hermanos a seguir purificando la humanidad.
Sin embargo, uno de estos ángeles comenzó a mirar con recelo los sentimientos y las emociones humanas. Al ser el más devoto a su Dios, el más cercano; podía ver con más claridad cómo los humanos amaban, sentían, odiaban… Y sobre todo, podían imitar en la Tierra el poder que el Dios ostentaba en el cielo. Lleno de ira, dicho ángel traicionó a su creador, abandonó el Cielo e hizo su propia fortaleza en el inframundo, así el podría tener poder sobre los humanos. Capturó almas para alimentarse, pero tal como sucedía con los ángeles, las almas con suficiente fuerza de voluntad volvían a la vida como seres nuevos… demonios. Complacido con estos nuevos siervos, comenzó una batalla campal contra sus antiguos hermanos, los ángeles; tratando de recuperar la mayor cantidad de almas humanas posibles y así superar el poder del Creador.
Esta guerra, invisible a los ojos de los simples mortales, se llevó a cabo simultáneamente con las guerras que aquejaban la Tierra. Ambicioso y lleno de orgullo, el humano desarrollo su inteligencia sólo en el campo marcial, olvidándose de usar su conocimiento para curar enfermedades o alimentar a sus hijos. La batalla era lo único importante y las armas aumentaron en tamaño y potencia. Y fue así que en apenas unos cuantos miles de años la última bomba explotó. Cuando el humo se hubo disipado y el estruendo dejó de rugir en la Tierra, todo estaba inmóvil. Al fin, la más bella creación del Dios se había destruido a sí misma, dejando el planeta habitado sólo por plantas, algunos animales y las almas de los humanos muertos en tanta destrucción. Al haber tantas almas libres, ángeles y demonios se dedicaron de lleno a una guerra de poder, para tratar de conseguir la mayor cantidad de espíritus para sus respectivos amos. Y es aquí, en este desolado panorama donde nuestra Historia tiene lugar.
~Malaj Hamavet~- Admin
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